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18/feb 2015, Miércoles de Ceniza

Hacer el bien ocultamente 
Dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.
Mateo 6, 1-6; 16-18
Comentario (José Joaquín Gómez Palacios, sdb)
Hoy iniciamos el tiempo de cuaresma. Lo hacemos con el llamado «miércoles de ceniza». Esta expresión recuerda un antiguo ritual penitencial consistente en despojarse de toda ostentación, vestirse de saco y colocarse ceniza en la cabeza.
La ceniza tenía un significado doble en la antigüedad: Significaba la fragilidad a la que está sometido el cuerpo humano, que se destruye tras la muerte. Y simbolizaba la purificación y renovación: En el antiguo Israel se preparaba el agua lustral (agua que regenera y da brillo a la vida espiritual) con las cenizas procedentes de la cremación de una «vaca de color marrón rojizo». Esta práctica proviene de la más remota antigüedad, que otorgaba a las cenizas poderes regeneradores.
La bendición e imposición de la ceniza que recibimos hoy se remonta al siglo X. La Iglesia lo consideraba un sacramental, es decir, un signo que nos acerca a la salvación de Jesús.
La lectura atenta al evangelio de hoy nos muestra que esto de la «ceniza» no debe convertirse en un signo mágico, sino en una forma de actuar según el estilo de vida propuesto por Jesús de Nazareth.
El evangelio está construido sobre las tres grandes obras que debía realizar el creyente judío: Limosna, ayuno y oración. El texto esta compuesto por tres estrofas, cada una contiene una parte negativa y otra positiva. En la parte negativa se critica las actitudes vacías que pueden darse al utilizar estos elementos. En la parte positiva se proponen nuevas actitudes para estas prácticas religiosas tradicionales. Siempre se critica la actitud de los hipócritas.
Del evangelio de hoy nacen unas preguntas que nos acompañarán durante toda la cuaresma:
  • ¿Cómo lograr una limosna que sea solidaridad para todos, más que dar de lo que me sobra? Cuando se tiene de más, es que a alguien le está haciendo falta.
  • ¿Cómo lograr una oración que nos ayude a sentirnos en sintonía con un Dios que nos invita a expresar con obras concretas nuestra unión con él?
  • ¿Cómo ayunar de manera que nuestras privaciones no sean un cumplir con la legalidad religiosa, sino practicar una austeridad voluntaria que nos haga más solidarios con todos?
Ni la penitencia, ni la reconciliación, ni las prácticas religiosas deben ser motivo de tristeza. Hay que recuperar la alegría. La alegría es la mejor manera de demostrar que somos hombres y mujeres que creen en la fuerza de la Buena Noticia de Jesús.
El educador cristiano hace de la alegría un estilo de vida en esta cuaresma. Entender la alegría como «estilo de vida» no es tan sólo mostrarse simpático y ameno. Es, ante todo, enfocar la vida con una visión positiva del futuro. Es creer en las posibilidades de cada niño y cada joven. Es mirar a esa chispa de bien que esconde cada persona en su interior.
Cuaresma: cuarenta días
El número cuarenta poseía un profundo simbolismo para el pueblo de Israel. Es tiempo de preparación para acceder a una nueva realidad. Cuarenta días estuvo lloviendo sobre el Arca de Noé, terminados los cuales apareció una nueva creación sobre la tierra. Cuarenta años estuvo el pueblo de Israel caminando por el desierto antes de entrar en la Tierra prometida... Los evangelistas, haciéndose eco de este simbolismo, sitúan a Jesús cuarenta días en el desierto de Judea... Es tiempo de preparación antes de iniciar la nueva realidad del Reino de Dios.
Los cristianos nos preparamos durante cuarenta días (cuaresma) a celebrar la Pascua, tiempo de cambio y transformación hacia la vida nueva que recibimos en la Resurrección.

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